GHOST IN THE SHELL: ¿SE TE CAE EL ALMA AL SUELO?

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Llega a los cines españoles (31/03/2017) la adaptación cinematográfica de una de las sagas fundamentales del género ciberpunk: Kōkaku Kidōtai; más conocida en todo el mundo como Ghost in the Shell (GITS).

Carteles de Ghost in the Shell: El alma de la máquina

Sin entrar en detalles sobre el manga y las obras animadas de las que bebe (eso será objeto de otros artículos), la cinta nos transporta a un futuro cercano en el que los implantes cibernéticos para mejorar el cuerpo humano están a la orden del día. En este contexto, una joven refugiada víctima de un ataque terrorista que la deja al borde de la muerte es utilizada por Industrias Hanka, una multinacional de prostéticos, para crear el primer ciborg de cuerpo completo: La Mayor Mira (Scarlett Johansson). Su mente y su ghost o espíritu (mal traducido en ocasiones como “alma”) se encuentran ahora presos dentro de una impresionante máquina humanoide, lo que la hace candidata (no sabemos muy bien por qué) para formar parte de la Sección 9 (tampoco sabemos a dónde va ni de dónde viene), una división antiterrorista que opera bajo las órdenes del primer ministro japonés y cuyo líder es Daisuke Aramaki (Takeshi Kitano).

A pesar de los cuidados de su creadora, la doctora Ouelet (Juliette Binoche), Mira sufre constantes glitches o alucinaciones multisensoriales que no sabe interpretar. Esta situación irá in crescendo cuando entre en escena el misterioso Kuze (Michael Pitt), un pirata informático obsesionado con destruir a Industrias Hanka. Cuando ambos se encuentren, la verdad detrás de la existencia de la Mayor quedará al descubierto.

Motoko Kusanagi

El director Rupert Sanders (Blancanieves y la leyenda del cazador, 2012) nos ofrece una orgía visual nunca vista antes en el cine de acción real de este género, combinando con mucha habilidad escenas tomadas directamente de las películas animadas o las series de televisión de GITS con referencias a otros pilares cinematográficos del género como Blade Runner o Matrix. Por desgracia, ni la música (tanto Kenji Kawai como Yōko Kanno eclipsan tranquilamente a Clint Mansell) ni el guion están tan cuidados como el aspecto estético. Para los conocedores del material original, la historia pecará probablemente de poco elaborada y de estar construida a base de escenas insertas unas tras otras sin haber trabajado lo suficiente la cohesión entre ellas.

Entre los que desconozcan la franquicia, supongo que podremos encontrar a quienes la película confunde en una vorágine de referencias que no entienden y a los que la disfrutan como producto palomitero sin pensar demasiado. Y es que “Ghost in the Shell: El alma de la máquina” (en España andamos siempre a la caza y captura del subtítulo y las traducciones más absurdas para los títulos de las películas) nos ofrece pocas cosas en su argumento que no hayamos visto ya en ciclos como Robocop o Jason Bourne, lo que la hace tópica y predecible. Esto es un pecado imperdonable para el último integrante de una franquicia que es referente mundial incontestable en su campo por la visión innovadora y madura que trajo, y que debería estar más cerca de películas como Ex Machina o Matrix, su propio vástago.

¿Ghost in the Shell o Blade Runner?

Un fotograma que bien podría estar sacado de Blade Runner.

Ghost in the Shell tira por la borda la profunda reflexión de la cinta original sobre la existencia del ser y la pugna entre lo individual y lo colectivo, para centrarse en una historia de heroísmo individual y conspiraciones mil veces vista ya. El déficit de originalidad se hace notar con frases como “Nos aferramos a nuestros recuerdos pensando que nos definen, pero no lo hacen. Son nuestras acciones las que nos definen”. Este cambio de paradigma evidencia que Hollywood no ha entendido la esencia de Ghost in the Shell.

Geisha robóticaEl mundo que rodea a la obra acusa también una falta preocupante de desarrollo. En el aire quedan cuestiones que serían muy interesantes de explorar. ¿Qué implicaciones tiene para la propia identidad que cualquier cerebro pueda ser fácilmente pirateado? ¿Cómo se ve afectado tu día a día si no tienes implantes cibernéticos? ¿Afecta esta situación también a las razas y grupos sociales? La película pasa de puntillas sobre estas y otras cuestiones que sí son expuestas debidamente en el grueso del material original y que forman parte de la marca GITS. Supongo que estaban más preocupados en hacer del contexto algo que tampoco es en su fuente: Una distopía al estilo Blade Runner.

Ni siquiera la propia Sección 9 se salva de la lobotomía de Sanders. Sus integrantes son todos esquemáticos a excepción de Aramaki y Batou (Pilou Asbæk) quienes, aunque acaparen más metraje, no salen bien parados. Kitano no llega nunca a encarnar a ese Aramaki casado con la ley hasta sus últimas consecuencias, sino a un comparsa de Motoko violento, errático y taciturno. Asimismo, Mamoru Oshii debe haberse sentido incómodo con el hecho de que Batou no cuide de Gabriel en su casa sino que se trate simplemente de un perro callejero al que da de comer. Esa falta de sensibilidad, esa forma de pasar solo rozando la superficie de las ideas de GITS es sin duda la marca de esta adaptación cinematográfica.

Cagándose en Mamoru Oshii

Escena tomada del film de Oshii que queda desnaturalizada al mostrarse aquí todo el cuarto de Motoko.

Uno de los elementos que mejor define la relación entre los miembros de la Sección 9 es la lealtad. Esto sí que se refleja en la película, que evita caer en la tan discutida relación amorosa entre Batou y Motoko. Ese rol va para Kuze, que es uno de los personajes más fielmente trasladados del anime a la pantalla grande. Aunque al final se quiera hacer una analogía entre él y el Titiritero (el “villano” de la película original), todo queda en un homenaje visual que no hace que el personaje desmerezca. No obstante, ni piratear es hacer magia ni la red son 50 calvos tatuados conectados no se sabe muy bien a qué. Como esta, otras muestras más de lo flojo del contexto podrían ser la utilización gratuita del camuflaje óptico, el ver a Motoko andando por la pared (GITS es siempre físicamente creíble porque sucede en el mundo real, no como Matrix), etc.

Por si fuera poco, la película vino rodeada de una doble polémica: La supuesta desnudez de Johansson en algunas escenas y el “blanqueo” de actores. La primera es tan absurda que me voy a limitar a señalar que en el original Motoko NUNCA va desnuda en las escenas donde entra en juego el camuflaje, como se puede apreciar por las arrugas del traje o la marca que este le deja en el cuello. El blanqueo es un tema más espinoso, ya que los japoneses no se ven a sí mismos como personajes de anime, pues estos suelen tener (salvo excepciones) rasgos caucásicos porque así lo estableció Osamu Tezuka en su amor por Disney. Por lo tanto, en Japón no están en contra de los actores occidentales en las adaptaciones de manga.

Whitewashing?

Aun así, resulta chocante que la mayoría de los personajes sean de raza blanca o que Aramaki, que solo habla en japonés durante toda la película, siempre obtenga de Mira una respuesta en inglés. ¿Debemos asumir con esto que la tecnología cibercerebral ha eliminado las barreras lingüísticas? No tenemos suficiente información para aventurarlo. Rupert Sanders sí que se preocupa de justificar argumentalmente el blanqueo de Motoko, pero los espectadores podrán entender que se trata de un caso aislado. Creo que si bien ha tenido la valentía de alejarse del material original para tratar de construir su propio GITS, no ha sido igual de bravo a la hora de arriesgarse con actores japoneses. Que no es que no los haya, como demuestra el acertado casting del teatro/musical japonés de Ghost in the Shell: Arise.

En resumen, Ghost in the Shell: El alma de la máquina es una película digna (la primera con base manga) pero irónicamente sin alma. La obra de Disney/Marvel desencripta de forma incorrecta su propio código fuente, quedando prostituida con el único fin de darse a conocer al público mayoritario. Viéndola reducida a su mínima expresión, no puedo quitarme de encima la sensación de que GITS llega a Hollywood tarde y mal. El tiempo dirá.

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About Emilio De La Fuente Lucena

Biólogo friki de todo lo que se pueda ser friki, crítico al extremo, y de mente inquieta y retadora. Con mis limitadas capacidades, me gusta crear cosas en mis ratos libres; entre ellas artículos como los que comparto con todos vosotros aquí.

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